jueves, 25 de octubre de 2007

Llegué a Honduras el pasado 10 de octubre, arrastrando casi dos días de travesía, para encontrarme en una de las capitales supuestamente más peligrosas de Latinoamérica. No creo sea la ciudad donde cualquiera quisiera vivir, pero allá es donde aterricé para comenzar a ubicarme en el que será mi país de acogida durante 6 meses.

Mi destino es Nacaome, un municipio al sur del país de 60.000 habitantes pero meramente rural, donde los cerdos, los caballos y perros vagan por las calles, empedradas algunas, y de tierra la mayoría, como buscando un lugar donde caer aburridos de todo el calor seco de la jornada. Nacaome es un lugar acogedor, que nunca pareciera, desde una mirada europea, una capital de región, ni ciudad como la consideran los locales.

La gente me mira al pasar, me saluda, en inglés, y me hacen sentir muy diferente… me recuerdan cada día que tengo el color de piel que muchos desearan por sentirse más incluidos en este mundo de diferencia donde el blanco ganó la partida. Me hacen sentir envidiada, aunque pienso que mucho se les debería envidiar a ellos, que no llevan a cuestas la lacra de proceder de un país que tanto les debe y deberá siempre.

Hace unos días un señor en la calle, se me acercó. Llevaba varias copas de más; puede que muchas, pero con mayor coherencia de lo que nadie hubiera esperado, me preguntó precisamente que cómo así que después de la conquista los españoles no tratábamos a los indios como hermanos, cerrando las fronteras y no deseándolos en su territorio.
Tiene usted toda la razón le dije, y allá me comentó no sé qué de tener en su poder la bomba nuclear…
Quizá solo en estado ebrio se atrevió a contarle a una extranjera el pensamiento que debieran tener muchos de los ciudadanos hondureños, y nicas, y ticos, y salvadoreños.
Acá uno como español recibe, antes de merecerlo, todo el cariño y respeto que en España no sabemos darles a muchos.

Comienzo a habituarme a este espacio verde, caluroso pero agradable, llenito de niños por todas partes y en donde la gente que vive en las comunidades rurales perdió la cuenta de sus propios años, al mismo tiempo que el estado, los medios de transporte y la seguridad los perdió a ellos de vista en el olvido y el silencio de los cerros.

2 comentarios:

Estrella dijo...

Q bonito! me has dejado impresionada! No sabia que escribias así de bien. Ya veo que la primera impresión fue fuerte. Me alegro de que estés por allí tu vales mucho, seguro que haces mucho bien!
Mucha suerte! Te queremossssss

Ruth dijo...

Hola! me impresiona mucho. Y me desconcierta un poco el echo de que sea una persona del exterior quièn sè preocupe de Honduras,y no nosotros los hondureños.La felicito y le doy las gracias. Esto me motiva a ser una hondureña de coraje y a defender al pueblo mi pueblo hondureño. GRACIAS!
Bienaventurados los pobres,porque vuestro es el reino de Dios.Lucas6:17 20-26